Resumen:
El 11 de marzo de 2006 Jesús Rollán acababa con su vida en una clínica de tratamiento de adicciones en La Garriga. Tenía 37 años. Sus ilusiones finalizaron en los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004, cuando se retiró lastrado por las lesiones. Su carrera fue brillante.
Rollán logró ser campeón de todo y el mejor portero del mundo durante la década prodigiosa de la generación de oro del waterpolo, la primera gran selección española que se recuerda. Su vida transcurrió a toda velocidad. Persona generosa, querida y con un carácter ganador que fue trascendental para conseguir los éxitos deportivos, los que le conocieron comparan su pasión por el deporte y su competitividad con la de otros talentos como Rafa Nadal o Seve Ballesteros.
Su historia atrae como un imán. De su niñez en Aravaca a descubrir el waterpolo con un entrenador que les hacía cortar troncos con un hacha, de sus años locos en la Blume a sus recuperaciones milagrosas y a su aventura en Italia, todo ello pintado de oro y plata. Pero las piezas de aquel puzle completo en el agua vivieron otra vida fuera de ella. Para Jesús, siempre el más fuerte del equipo, el final fue el más trágico.
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