Resumen:
“El deporte es reflejo de la sociedad. En su forma moderna amplía las características del mundo que conocemos, el mundo capitalista, el mundo de la red, cuyos defectos permite mostrar. Sitúa al individuo en el centro, pero no reconoce ninguna identidad. La estrella del deporte es una imagen, un espectáculo. Se ahoga bajo toda la información que le rodea: toda la data y estadísticas que objetivizan su práctica, y que al final no significan nada; todos los rumores que acompañan su carrera (fichajes, lesiones, vida privada, etcétera), y que la mayoría de las veces no son más que palabrería. Hemos perdido de vista al ser humano singular que hay detrás de la estrella transformada en fetiche.
Las fragilidades del deporte moderno son indicadoras de males de la sociedad democrática en general. La sobreinformación y el deseo de control se han apoderado de este campo de expresión del cuerpo. Ya no hay un primer atacante en las competiciones ciclistas, ningún corredor alberga la ilusión de que solo él podrá revertir la carrera. Ya no se cree en el efecto sorpresa, en la posibilidad de singularidad. Todo torna previsible, aburrido, repetitivo.
El deporte revela todas nuestras contradicciones, ya sean individuales o colectivas. Paradójicamente también puede ser el lugar no de su resolución, sino de su superación. Participar en una carrera ciclista, por tanto, es aceptar las propias incoherencias, incluso afirmarlas, encontrando una razón para ellas. La condición es que se respeten las reglas, sin las que todo el edificio se derrumba, aplastando al individuo bajo el peso de su propia nada.
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