Resumen:
Lo llamaban Dios.
Por su gracia sobre la bicicleta, por su talento divino, por su mirada celestial. Frank Vandenbroucke lo tenía todo y, a finales de los noventa, corría a una velocidad deslumbrante y vivía aún más rápido.
El belga ganó muchas prestigiosas carreras, como la Lieja-Bastoña-Lieja y la París-Niza, cautivando a una generación de aficionados al ciclismo. Fuera de la bicicleta, solo tenía un enemigo: él mismo.
Su ascenso a la cumbre coincidió con una era de dopaje desenfrenado y Vandenbroucke fue uno de los descarriados. Era habitual que se peleara con los mánager de sus equipos y sus noches de fiesta estaban regadas de pastillas para dormir y alcohol. Un escándalo de dopaje le provocó una larga caída en desgracia, con sus adicciones, accidentes automovilísticos, apariciones en tribunales, problemas maritales e intentos de suicidio. Puntualmente, dejaba destellos de su calidad sobre la bicicleta. Tuvo una vida de telenovela y su prematura muerte conmocionó a muchos.
Fue en octubre de 2009, a la edad de treinta y cuatro años, cuando Vandenbroucke fue encontrado muerto en una habitación de hotel senegalesa, en misteriosas circunstancias.
Guiado por los sinceros testimonios de su familia, amigos y socios más cercanos, Andy McGrath, oeriodista ganador del premio William Hill, nos descubre la turbulenta vida de Vandenbroucke. Dios ha muerto es la apasionante biografía de este voluble prodigio del ciclismo.
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