Sinopsis:
¿Es posible hablar de fútbol sin sentirse preso de las rivalidades? ¿Puede un hincha de Boca apreciar a un jugador habilidoso de River, y viceversa? ¿Pueden conversar amablemente los hinchas de San Lorenzo y Huracán, Talleres y Belgrano, Racing e Independiente?
La posibilidad de ver fútbol internacional debería haber engendrado un nuevo tipo de hincha, menos apegado a los colores de un equipo que a los talentos de un jugador o a un modelo de juego. Sin embargo, hoy más que nunca, el sentimiento de pertenencia se ha convertido en adhesión irracional, desborde, enemistad acérrima. La lógica brutal de los barrabravas se ha extendido a jugadores, dirigentes, parte del periodismo y hasta el público general.
Pero hay esperanza: en este panorama en el que las agresiones son moneda corriente, es posible encontrar a unos cuantos futbolistas que se negaron a formar parte del gran circo del enfrentamiento y pusieron al deporte en el centro de sus preocupaciones. Deportistas destacados, adorados por hinchas propios y ajenos, capaces de crear en la cancha un espectáculo y de comportarse fuera de ella con un espíritu de cuerpo casi aristocrático, ajeno al insulto y la provocación: los jugadores exquisitos.
En estas páginas se proponen una serie de encuentros con varios de estos futbolistas de elite. Abren el micrófono Gustavo Noriega y Diego Latorre, quien en sus años de jugador fue indiscutiblemente uno de ellos, delantero de enorme habilidad y gambeta desconcertante. Y se prestan generosamente al juego Diego Milito, Marangoni, Francescoli, Rinaldi, Márcico y Menotti: un inmejorable seleccionado de exquisitos.
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