Resumen:
Nos encontramos frente a un delicioso viaje por las infinitas corrientes imaginarias que apasionan al autor de este libro. Se podría pensar que algunas de estas historias lo han tomado por sorpresa y no haya tenido más remedio que escribirlas. O también podría decirse que lo escribieron a él. O quizás, hayan sido años de revolver esa salsa fantástica de imágenes e ideas hasta encontrar el punto justo, el equilibrio maestro. Nadie lo sabe. Solo queda afirmar que, en esencia, transmutan lo que en definitiva es nuestro escritor en cuestión: un creador.
Ahí están esas voces aladas, esas fantasías, esos encuentros que echan raíces en lo imaginario, extraídos de lo real, para amarrarse en letras, sueños y despertares. Un manojo de historias que intentan desenmascarar lo vivido e imaginado.
Se sabe que acertar con un cuento bien escrito, es casi un milagro. Y, sin embargo, la necesidad de plasmarse en el papel e insistir una y otra vez con tremendas ganas de volver a empezar, es tal vez, lo que hace merecer la vida de un escritor.
Rubén Clavenzani, director de teatro, actor, escritor, pedagogo, apuesta al desafío de escribir un libro de cuentos. Cuando habla, sus manos nunca se quedan quietas, llevan y traen imágenes. Su cuerpo y su voz se desviven por encontrar formas, colores, puestas en escenas de lo que está contando. Siempre está abarcando mundos. Siempre está soñando. Un hacedor de palabras, un viajero en su propia experiencia que ha decidido vivenciar en la hoja en blanco, las ficciones que lo han cautivado, de ahí que estos relatos no claudiquen hasta encontrarse con ellos mismos y saberse libres.
Creador de tonos y atmósferas que nos persuaden e inspiran a perdernos entre sus párrafos. A veces desde lo sutil, a veces desde el impacto elocuente, pero siempre donde el inconsciente va sin artificios y en libertad, para transitar los vaivenes de las imágenes.
La destreza de la narración, la pura furia de la palabra, la metáfora precisa, predisponen a dejarse seducir por cada historia, que no por asombrosas, extrañas o realistas, se niegan a permitirnos una sonrisa. Sean los personajes: espectros, bufones, embaucadores, vengadores, jubilados soñadores, oficinistas singulares, ahorristas colapsados, mujeres especiales, cracks de antologías, anónimos que esperan o simples solitarios, entre otros, siempre hay una emoción convertida en flecha certera dispuesta a dar en algún blanco del alma.
Como a la chapita del cuento «Rivarola», el autor, le pega de punta a sus propios sueños, y los hace volar, claro, para que viajen sin tiempo, a encontrarse con los lectores de todas las épocas, de todas las latitudes. Bienvenido sean.