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jueves, 11 de enero de 2024

Querido Gino (Ayelén Pujol)

Reseña:

Llevo un año como madre y desde que deseé quedar embarazada elegí la carta, un género casi en extinción y que nunca me convenció, para compartir con mi bebé -que no puede, no sabe todavía, hablar ni escribir- la historia de nuestro mundo. Un mundo también de fútbol.

Durante este tiempo hice anotaciones para tratar de explicarle a Gino que el mejor deporte del planeta es nuestra excusa para ser felices. Es el minúsculo espacio que elegimos para recluirnos a sentir, a corazón abierto, en un mundo que la mayoría de las veces te obliga a guardar emociones. En este huequito con pelota, por televisión o en la cancha, jugando o mirando, logramos sonreír, incluso cuando todo tira para abajo.

Querido Gino es un libro de maternidad, de contradicciones, de amores y desamores. También de alegrías y angustias y de esperanzas y desencantos, pero sobre todo una ventana al fútbol, como un cuarto que da al potrero.

¿Por qué escribirle a un hijo? Para mostrarle que el foco siempre tiene que estar puesto en mirar a los que levantan la mano, en el área o allá a lo lejos, esperando el pase para hacer un gol. Y confirmar eso de que en la tierra somos fugazmente grandiosos.

Son tantos los padres que tienen el privilegio de poder jugar al fútbol con sus hijos, aunque sea unos pases en la vereda. Yo también fantaseo con eso. Sueño que cualquier tarde terminemos nuestras obligaciones y vayamos a jugar a un parque. Sueño que tengamos la pelota en el baúl del auto, lista para sacarla estemos donde estemos y nos pongamos a patear penales o a hacer jueguitos. Sueño que un día vaya a la escuela y le pregunten: “¿Y vos de quién heredaste el talento? ¿Tu papá jugó al fútbol?”. Y él responda: “No, en casa la que es buena es mi vieja”.

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