Sinopsis:
Cuando a alguien se le dice loco no se alude, por lo general, a un cuadro clínico de cura improbable. Por el contrario, suele ser una lisonja, el modo de resaltar una diferencia positiva. El mote aporta un aura romántica.
Pues bien, algo de eso hay en la selección hecha por la prestigiosa revista Un Caño para este libro. Un modesto reconocimiento a la inconducta necesaria en el reino del fútbol, devenido escenario de negocios donde la pasión se enarbola como consigna de hierro, aunque se aplica para vender cervezas y tarjetas de crédito.
Sin embargo, los locos de este plantel no son ejemplares. Los hay simpáticos y dados a la fiesta. Otros son sombríos, egocéntricos, depresivos o patéticos. Quizás apenas uno (Sócrates) porta un espíritu revolucionario y atento al prójimo. Si algo los une, es la herida que los ha vuelto frenéticos y fugaces. La piedra en el zapato, la vida insuficiente y el páramo de la fama, todos caminos que conducen al exceso.
Si este equipo internacional registra una coherencia, se debe a que los futbolistas escogidos son, además de personalidades disruptivas, grandes talentos con la pelota en el pie. Excepción hecha de Brian Clough, un entrenador, y de Nobby Stiles, un picapiedras del equipo inglés que ganó con fraude la Copa del Mundo de 1966. Pero, como suele decirse, las excepciones vigorizan la regla.
Pues bien, algo de eso hay en la selección hecha por la prestigiosa revista Un Caño para este libro. Un modesto reconocimiento a la inconducta necesaria en el reino del fútbol, devenido escenario de negocios donde la pasión se enarbola como consigna de hierro, aunque se aplica para vender cervezas y tarjetas de crédito.
Sin embargo, los locos de este plantel no son ejemplares. Los hay simpáticos y dados a la fiesta. Otros son sombríos, egocéntricos, depresivos o patéticos. Quizás apenas uno (Sócrates) porta un espíritu revolucionario y atento al prójimo. Si algo los une, es la herida que los ha vuelto frenéticos y fugaces. La piedra en el zapato, la vida insuficiente y el páramo de la fama, todos caminos que conducen al exceso.
Si este equipo internacional registra una coherencia, se debe a que los futbolistas escogidos son, además de personalidades disruptivas, grandes talentos con la pelota en el pie. Excepción hecha de Brian Clough, un entrenador, y de Nobby Stiles, un picapiedras del equipo inglés que ganó con fraude la Copa del Mundo de 1966. Pero, como suele decirse, las excepciones vigorizan la regla.