Resumen:
Cuando uno gana tanto como el Real Madrid, a veces las Ligas se traspapelan. Hay clubes que hablan de la final de Copa, y dicen «la final» y no «una final» porque sólo han jugado una, y gracias. Pero en el Madrid, no. En el Madrid ganar es la costumbre y a veces uno no sabe bien cuál fue la Liga número veintinueve, la veintitrés o la treinta, y debe detenerse para comprobarlo.
Hay Ligas que se difuminan con el paso del tiempo, pero otras no. Y no tienen por qué ser las mejores, ni las del equipo más brillante ni las del récord de goles o puntos. Con frecuencia las Ligas que se recuerdan son las más emocionantes porque más allá de los números, el fútbol se alimenta de sensaciones.
La Liga de las remontadas, en ese sentido, regaló al madridismo un capazo de momentos memorables, una retahíla de estampas que, pasado el tiempo, permanecen aún frescas en la retina de cualquier hincha. Eso desgrana este libro con minuciosidad: la alegría de volver a donde uno fue inmensamente feliz. Se trata de un billete infalible para recrearse en la emoción de los buenos momentos. Saborear los conocidos –los que mejoran en YouTube las madrugadas de millones de aficionados– y redescubrir los pequeños olvidos.
El aficionado del Madrid guarda, sin duda, esta Liga en la vitrina de los títulos gigantes, porque en lo intangible lo fue. Más que una Liga. 2006-2007: un éxito contra la lógica y los pronósticos de un equipo que resucitó varias veces y fue repartiendo el papel de héroe con generosidad y mimo por el vestuario.
Uno mira aquellos días y qué ve. Las exhibiciones al pase de Guti, el martillo goleador de Van Nistelrooy y los caramelos de Robinho. Los arrebatos de un Raúl que se buscaba a sí mismo –y se encontró–, las apariciones cegadoras del primer Higuaín y aquel gol milagroso de un Roberto Carlos crepuscular.
Los plátanos maduros de Beckham, las gafas sudorosas de Capello y un pase genial de Cassano –¡uno! – en el derbi de la ciudad. Los trazos de clase de Reyes, el actor invitado Tamudo y el salto definitivo de Diarra.
Huelva, La Romareda, el Camp Nou y el Bernabéu. Las cuentas, el tobogán de nervios y el funambulismo del tiempo de descuento. Todo eso conforma un recuerdo difícil de comparar. Una Liga para el recuerdo, sin más.
Porque hay Ligas y Ligas, y ésta el Madrid la peleó, la sufrió y la celebró de verdad.
Es una de las paradojas del fútbol. A menudo se recuerda y se valora más una Liga ganada con apuros, en la agonía, y se conserva el cariño hacia ese equipo de un modo especial, que con otras Ligas y otros equipos que vencieron con cierta comodidad, en la excelencia. Esto tiene mucho que ver con el hambre y la necesidad, y aquel Madrid llevaba demasiado tiempo sin comer. Ganar de esa manera era la única manera de saciarse.
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