Sinopsis:
De campos de tierra a alfombras verdes. De Los Molinos a la Champions. Después de 32 años, se dice pronto, Fernández Borbalán cuelga el silbato y se lleva el reconocimiento de sus compañeros y el respeto de los profesionales a los que ha dirigido. David encarna la triple “h”: humildad, honestidad y humanidad y dan fe los que mejor le conocen; compañeros de profesión como Undiano Mallenco, Velasco Carballo, Mejuto González, Andújar Oliver…; sus fieles linieres que le acompañaron en este largo viaje; profesionales a los que pitó como Unai Emery, Julen Guerrero, Javi Fuego, Casquero…; sus paisanos Salva Sevilla, Francisco, Héctor, José Ortíz…; periodistas como Ramón Fuentes y Ángel Acién; directivos como Sánchez Arminio, Eduardo Herrera, Díaz Vega o López Nieto; o simplemente amigos y familiares con sus confesiones más íntimas.
Y si pensaban que la vida de un árbitro es aburrida se equivocan. Le ha pasado casi todo en el césped: pasaba por allí en un partido investigado por amaño; constató el lanzamiento de un plátano a Dani Alves y de un bote lacrimógeno en El Madrigal, suspendió el Rayo – Real Madrid por sabotaje; pitó el día que Mourinho le metió el dedo en el ojo a Vilanova y arbitró la vuelta del Alcorconazo. Emociones fuertes para un árbitro que intenta pasar desapercibido pero que no siempre lo consigue.
Borbalán ha dirigido tres Clásicos, una final de la Copa del Rey y es el colegiado andaluz con más partidos en Primera. A nivel internacional ha llegado a la máxima categoría que permite pitar un mundial o una Eurocopa, el único premio que no ha saboreado. David echa la mirada atrás y nos cuenta que intentaron sobornarle con jamones, que la policía le interrogó en el descanso de un partido porque sospechaba que llevaba un artefacto en el maletero de su coche y que se bajó de un avión cuando se enteró que iba a ser padre.
Los prólogos son de Andrés Iniesta y Raúl González, dos de los más grandes futbolistas de la historia, el epílogo de Jorge Valdano y una larga colección de dedicatorias que se han sumado a este brindis literario. Es un libro con vocación educativa, que nos enseña a ver la figura del árbitro con otros ojos. David es un deportista que sufre en los errores y disfruta en los aciertos. Fernández Borbalán ha dejado un legado en su tierra: los niños almerienses ya no sólo sueñan con ser futbolistas profesionales, es un referente para la cantera de árbitros y el espejo donde se miran. David abrió el camino: “Papá, quiero ser árbitro”.
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